Indisociables. Como Batman y Robin. Como Thelma y Louis. Como Mingo y Aníbal contra los fantasmas. Así eran, así continúan siendo en algún reducto de nuestro imaginario ochentoso, las golosinas más cancheras de la historia: Tubby 3 y Tubby 4. Indisociables también, las golosinas
Todas las cosas tienden a enlistarse. A formar parte de una categoría más amplia que las congrega. Fijate sino, hasta el enorme semiólogo Don Umberto Eco publicó hace poco un libro que se llama “El vértigo de las listas”, una lista de listas: las hay
Ya su mismo nombre nos lo advertía. ”Cubo mágico”: solo un mago podía resolverlo; solo por arte de magia te podían llegar a quedar todos los colores bien ordenaditos en fila india. Pero el cubo, el ochentosisimo cubo mágico, tenia un familiar más mundano,
Los pitufos posta son ochentosos. Cierto es que estos petisos azules andaban dando vuelta desde la década del 50’ pero Wikipedia que todo lo sabe -o que todo pretende saberlo- me cuenta que fue exactamente el 12 de septiembre de 1981 cuando se emitió el
No tenía inscripciones que relucieran a trasluz. No lanzaba fuegos de colores, ni hacia sonidos de rechinar de metales. Ni siquiera llevaba pilas. Mi primer espada era verde y de plástico. Sencillita. Casi trucha te diría. Con ese plástico que tiene como pelitos al costado.
Ahora, si sos pibe y te llegó la hora de apagar la TV para irte a dormir, te saluda Caramelito, ¿la viste?. La que antes venía en barra. Con un pijama cinco talles más grande de lo necesario, no sea cosa que se le marque
“Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver” canta Sabina. Y nada más cierto cuando de sabores de la infancia se trata. Porque podemos seguir riéndonos con Alf, emocionándonos con ET, y hasta asustándonos con Tiburón – si nos agarra con la