Coca Cola: Todos fuimos el mañana del mundo
Es así nomás. Éramos jóvenes, eternos y felices.
El mundo, una reluciente manzana – Steve Jobs lo supo ver – que podíamos comernos mordisco a mordisco.
Quien lo supo ver también, fue Coca Cola.
Se podrá decir – y ya se ha dicho – cualquier cosa sobre este monstruo capitalista que envenena con agua edulcorada la sangre de millones de humanos en todos los rincones del planeta. Emblema de una alimentación antigua, de un sistema económico que no ha resultado; Coca Cola mantiene sin embargo su imperio intacto por la fascinación que nos produce, porque sabe – siempre ha sabido – como tocarnos el alma.
Como el flautista de Hamelin, Coca Cola toca su flauta mágica, y allá atrás vamos todos, negándonos como los pobres ratones que somos, a nuestro triste destino, pero eternamente seducidos por esa promesa de felicidad inmaculada.
El apogeo de esta filosofía Cocacoleana llegó – no podía ser de otra manera – en los 80’. Su lema: “Destapa felicidad”, todavía no existía en palabras, pero su esencia ya vibraba en el aire. “Love is in the air” cantaba John Paul.
A cada país, en su idioma, Coca Cola le cantaba a través de las voces de sus propios niños:
“Soy el mañana del mundo, de mi nación la esperanza. Soy la gente del futuro, que en todas partes avanza. Y nuestro mensaje es una canción, una canción llena de ilusión. Haz el favor que tengamos tu y yo, un mañana, un mañana.”.
No era una canción publicitaria. Era un himno. Una arenga patriótica. Una promesa, un saber que todo estaría bien siempre. La vida es bella y nos sonríe, tenemos el poder de cambiarlo todo, de reinventarlo… ¿y cómo no va a ser mejor el futuro, si somos, nosotros mismos, el mañana del mundo?
Poderoso. Potente. Revolucionario.
¿Acaso algún ochentoso ha sobrevivido a entonar con fervor patriótico esta canción como si de la canción del propio destino se tratara?
Después crecimos. Nos volvimos críticos, cínicos, descreidos. Ya no somos jóvenes, ya no somos eternos. Coca Cola: sinónimo de dientes cariados y diabetes; Coca Cola para todos, pero niños sin agua limpia para beber.
Pero ya lo dijimos, éramos entonces bellos, eternos y felices. Y cuando cantábamos a viva voz esta canción que nos vendía una gaseosa edulcorada, realmente sentíamos que éramos la gente del futuro, que éramos – cada niño, cada joven de cada país – el mañana del mundo y que nuestro mensaje era una canción. Una canción llena de ilusión.