El Come Quesos, juego de las tardes
Era un juguete sencillo, sin el esplendor de un muñeco de Star Trek ni la dificultad de un cubo mágico, no tenía lucecitas de colores ni emitía ningún tipo de sonido, pero El Come Quesos, se las ingeniaba, así simplón como era, para mantenernos entretenidos la tarde entera. Era un juego de mesa para jugar con tus mejores amigos, con tus hermanos, a la hora de tomar la leche. ¿Te acuerdas?
El dispositivo era extremadamente simple, una caja de plástico con unos cubículos en sus esquinas, unos dados – ¡los quesillos! – y unas varas imantadas en su punta.¡Ah! Y por supuesto: los ratoncitos, con su panza rastrera también imantada.
¿El objetivo? Sumar la mayor cantidad de puntos. Cada ratoncito debía llevar a su guarida la mayor cantidad de dados-quesos posibles, y luego sumar la cantidad de puntos obtenidos.
Como el plástico era verdaderamente fino, y el fervor por ganar verdaderamente amplio, muchos de los Come Quesos de nuestra infancia han terminado ajados, rotos, las varas sin sus imanes, los ratones sin sus quesillos. Es por eso que hoy este juego cotiza en bolsa, al valor de nuestra nostalgia.