Golosinas retro…¡vade idem!
“Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver” canta Sabina. Y nada más cierto cuando de sabores de la infancia se trata. Porque podemos seguir riéndonos con Alf, emocionándonos con ET, y hasta asustándonos con Tiburón – si nos agarra con la guardia baja- pero andá a disfrutar ahora de cualquiera de esas golosinas atiborradas de azúcar y llenas de colorantes con sabor a pesticida.
No hay nada que hacerle, por más que nuestro corazoncito ochentoso siga siendo el mismo de siempre, el paladar ha tenido su propia historia y estas tres décadas no le han pasado en vano. Lo que antes nos parecía el paraíso convertido en golosina, ahora nos parece – a excepción de los siempre deliciosos Capitanes del Espacio- la cara azucarada del infierno.
¿Se acuerdan de esas pequeñas esculturas de pura azúcar con forma de gallinitas, estruendosamente verdes, azules, amarillas que se posaban sobre un vasito que solo en el mejor de los casos estaba no del todo húmedo?
¿Probaron con un naranjú? ¿Ese agua con gusto a colorante malo muy malo que solo se soportaba porque se tomaba frío, muy frío?
Hace poco descubrí por casualidad en un kiosco aquellas galletitas con forma de animales que venían con unos confites de colores. Confites redondos, hermosos y brillantes como piedras preciosas. ¿Se acuerdan? Bueno, dejenlo así, que siga siendo un lindo recuerdo. Si por casualidad, ustedes también las llegan a descubrir en algún kiosco, haganse un favor: preserven la magia, y nunca, nunca nunca, por ningún motivo ninguno, vuelvan a comer uno de esos animalitos y mucho menos alguno de aquellos confites.
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