Los pitufos, ¡cosa e` Mandinga!

Los pitufos posta son ochentosos. Cierto es que estos petisos azules andaban dando vuelta desde la década del 50’ pero Wikipedia que todo lo sabe -o que todo pretende saberlo- me cuenta que fue exactamente el 12 de septiembre de 1981 cuando se emitió el primer episodio de la serie animada para TV. Ahora se volvieron a poner de moda en una versión 3D chillona y estridente, pero eso no me interesa.

Lo que sí me interesa es recordar la Maldición de los Pitufos, esa que surgió en plena fiebre azul incendiando la cabecita fresca de quienes como yo, habíamos crecido pensando que los pitufos eran –aunque petisos- buena gente.

Hubo un momento en mi infancia, parecido al fin de la inocencia, en que una amiga me develó el misterio: los pitufos estaban malditos. Cuando vos dormías, ellos despertaban. Mientras vos roncabas, ellos te mataban. Hubo casos documentados y todo.

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Pensándolo bien, la cosa tenía su lógica: Siete son los pitufos como siete son los pecados capitales, y cada pitufo encarna un mal: el goloso, la Gula; el gruñón la Ira; el perezoso, la Pereza; y así todos: la vanidad, la avaricia, la soberbia, y por supuesto la pitufina – única hembra pitufa para 99 pitufos- La Lujuria. Gargamel usaba sotana y pelada de cura y vivía en una casa que bien podía ser una iglesia pobre, y el gato Azrael los andaba persiguiendo siempre porque en verdad sabía – ser de fina y felina percepción como era- que los pitufos eran malos tipitos. Creer o reventar.

Por suerte, desde que me enteré de aquella leyenda urbana, escondí todos mis pitufos y objetos pitufos, y tan bien guardados los guardé, que gracias a Dios y a Gargamel, ¡nunca más los volví a ver!

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